Eran las 6:30h de la mañana, más o menos. Los gallos todavía dormían; o puede ser también que, con el uso obligatorio de mascarilla, no consiguieran cacarear. Fuese cual fuese el motivo, el caso es que ninguno me dio los buenos días mientras me adentraba caminando en el sendero «PR-LP 18.1» desde lo alto de San Isidro. Iba sin rumbo fijo. Lo único que sabía es que llegaría hasta el nuevo cementerio de Breña Baja para, desde allí, bajar hacia la Montaña de La Breña. Una vez en este punto, ya se vería. Me tocó ver pronto, porque cuarenta y cinco minutos después de empezar el sendero, ya estaba en las faldas de la montaña. Eran las 7:15h de la mañana. Me acordé de la distancia de seguridad y de lo fácil que es guardarla a esta hora, cuando todo el mundo está pendiente de mantenerla, pero en la cama.
Al final me dio por pensar que un buen rumbo sería bajar hasta Las Ledas, caminar hasta San Pedro y, una vez allí, coger la guagua que me trajese de vuelta a mi origen. Pero… ¡alto!… el estómago empezó a rugir. Llegaba el momento de hacer una parada técnica: Balcón Canario («Teleclub«). Un café y un bocadillo de salami con queso blanco pasado por la plancha… ¡espectacular! Gracias Aroa y Tina.
Los primeros rayos del sol entraban por la puerta del bar hasta la barra, transformando lo que yo pensaba que eran vasos de chupitos de manzanilla en chupitos de algo «más rudo». Yo pensaba que se usaban para después de comer, en plan digestivo, pero allí nadie tenía una miga de pan delante suyo.
Proseguí la caminata, para ver el amanecer desde donde me pillara. Había caminado sólo cinco minutos cuando, comprobé que ya sabía desde dónde lo haría. Salté la valla de la carretera y me quedé allí hipnotizado viendo cómo a la izquierda del Teide aparecía el sol, coloreando las nubes de un rojo espectacular y descubriendo la silueta de una mujer en una habitación de la Casa Amarilla. Jugué a imaginar cómo tendría que ser tener la suerte de ver amanecer desde un lugar así. La ventana haría de portaretrato y la foto interior cambiaría cada día. De pronto me interrumpió el cacareo de un gallo que estaba a poco menos de dos metros de mí, vi que no llevaba mascarilla puesta, así que me fui corriendo…